Ciudad de México.- En las hermosas tierras jaliscienses se encuentra un rincón lleno de historia y sabor: Zapotitlán de Vadillo. Esta región, ubicada en el cruce entre Jalisco y Colima, es hogar de una tradición que perdura desde hace siglos: la producción de tuxca, un vino de agave.
La Tuxca: más que un Mezcal
Si bien es cierto que la tuxca es un tipo de mezcal, hay que resaltar que no se le puede llamar estrictamente así debido a que esta bebida no se adscribe a la denominación de origen del mezcal ya que se produce en estados mexicanos que carecen de este reconocimiento.
La tuxca, es un elixir ancestral que ha trascendido generaciones y tiene sus raíces en la época colonial. En la zona volcánica que separa Jalisco de Colima, en especial en los municipios jaliscienses de Zapotitlán de Vadillo, Tuxcacuesco y Tolimán, se prepara esta icónica bebida que actualmente es gran soporte económico para las familias de la región y brinda identidad a estos sitios.
A diferencia de otros mezcales, la tuxca se distingue por su proceso de elaboración único. En esta tierra rica en agaves salvajes, más de diez variedades, como el listero, cenizo, ixtero amarillo y salmiana, se fusionan para dar vida a esta bebida excepcional, aunque también puede elaborarse con un solo tipo de maguey. El clima cálido y semiseco de la región crea las condiciones ideales para el crecimiento de estas plantas sagradas.
El proceso único de elaboración de la Tuxca
El proceso de fabricación de la tuxca es un ritual que se realiza en tabernas y no en palenques como es común en otras regiones. En lugar de alambiques, la destilación ocurre en troncos de árboles de parota, alimentados por fogatas de leña que imparten un calor preciso para su preparación. La cocción de las piñas de agave se realiza en un horno bajo tierra con piedras y leña, creando una melaza que sirve como base para la destilación.
Lo más distintivo de esta bebida son sus peculiares notas de sabor, resultado de la fermentación a baja temperatura y su paso por destiladores filipinos fabricados con madera de parota. Estos instrumentos, una especie de barril, permiten que el alcohol se evapore y condense al hacer contacto con un cazo de cobre frío. El destilado final, una obra maestra líquida, cae delicadamente en una olla de barro.
Este proceso, meticuloso y tradicional, se repite dos veces para mejorar la calidad del alcohol, logrando un sabor más suave al paladar. La culminación de este arte se experimenta plenamente al catar la tuxca, servida en un cuerno de buey, acompañada de exquisitos platillos tradicionales de la región.
Zapotitlán de Vadillo se revela como un tesoro entre volcanes, donde la tuxca no solo es una bebida, sino un legado cultural que invita a los viajeros a sumergirse en la autenticidad de sus tradiciones. En cada sorbo se despiertan los sabores de la historia, consolidando a esta región como un destino turístico imperdible para quienes les gusta vivir nuevas experiencias.
Explorar la región de Zapotitlán de Vadillo es conocer más a fondo la rica cultura de la tuxca, una actividad que además de deleitar los sentidos también conecta con las raíces profundas de México. Este elixir es una invitación a descubrir la esencia de la región jalisciense a través de cada sorbo de esta joya líquida.
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